El aire estaba frío, Lila se abrochó el abrigo hasta el cuello botón por botón con movimientos mecánicos mientras su mente pensaba en otra cosa. Los ojos fijos en la ventana llenos de ensoñaciones sin reparar realmente en la rutina callejera, las manos tiesas por el frío tratando de enguantarse mutuamente con la flexibilidad a medias perdida por la temperatura y la conciencia sumergida en la incertidumbre.
La bocina del taxi que llegaba la hizo sacudir bruscamente, salió apresurada sin poner llave a la casa ni despedirse de nadie.
Las ventanas empañadas del taxi la obligaron a dibujar dos círculos en el cristal, uno para cada ojo. Había estado nerviosa desde el día en que había recibido el mensaje de texto más inesperado del mundo, (de su mundo) "voy a estar en tu ciudad el viernes... Que dices, nos vemos?"
Que difícil había sido escribir ese “si” tan tembloroso, sin embargo no había otra cosa que hubiera podido responder. Estaba hecho, se verían y punto. Y aquí estaba ella en el asiento trasero de un taxi, rumbo a lo desconocido.
Los rastros de inseguridad desaparecieron al segundo de poner los pies en el suelo, ya no había vuelta atrás, nada la haría girar sobre sí misma. Caminó derecho hacia el parque que se perdía entre matorrales bien arreglados y suspirando atravesó el sendero verde-acuoso que la separaba de los bancos donde tantas veces se sentaran viejos a leer o simplemente a existir.
Podía verlo desde atrás, la cabeza pequeña, el corte exacto, las orejas pegadas, la espalda recta, los músculos expectantes en una posición que trataba en vano de reflejar indiferencia. No había lugar a confusiones, era el único banco ocupado.
Al acercarse Lila no sintió la vergüenza propia de alguien que va saludar a un desconocido, más bien sintió la pena de alejar a alguien amado de sus pensamientos, como si ya supiera que son lo más preciado para él. No dijo nada, llego al banco sin hacer ruido, los ojos de él se levantaron con prevención, tenía las pestañas largas y la nariz pequeña, era adorable, justo como ella lo había imaginado, sonrió con dulzura para cortar el hielo que él estaba sintiendo.
El saludó con emoción y se movió hacia un lado para dejarle espacio en el banco, Lila no dudo en sentarse, y se tomaron de las manos. Pero la energía fue muy fuerte y Lila no pudo soportarla, soltó sus manos rápidamente y se quedo mirando hacia el frente con los ojos mojados; el ya sentía la confianza suficiente pero aun así no hubo abrazo, le pareció que no habría abrazo en el mundo que calmara las emociones que este pobre y simple banco de parque estaba soportando.
Entre todas las cosas que hubiera podido y que hubiera sido más apropiado decir, Lila escogió estas: “si hubiera sido mía, yo también la extrañaría”.
Y Juan, sentado al otro lado del banco sintió de nuevo como la vida se le acababa y le volvía al momento siguiente, era un sentimiento repetitivo que había aprendido a controlar - desde que te conocí ya no quise morirme todos los días durante las 24 horas del día-
-de cualquier forma tenemos que ser discretos, se supone que los miembros del grupo de apoyo nunca deben involucrarse, no hasta un año después de terminado el contrato-
-te aseguro que te sorprendería saber el número de veces que esa regla no se cumple- dijo Juan sonriendo.
-no creo que todos sean tan persistentes como tu-
-no creo que todos sean tan persistentes como tu-
Habían entrado en confianza, una confianza tibia como para agarrarse las manos de nuevo.
-cuando te oí por primera vez en el teléfono no pensé que te fueras a ver así- reconoció Lila, -como me imaginaste entonces?
-mmm...siempre imagino a las personas tristes de una forma determinada, pero tú fuiste diferente, tenias la voz de alguien de 17 años que había perdido a su perro... O algo así, estaba lista para transferir tu llamada cuando me dijiste lo de tu esposa, se me heló la sangre y te imagine rubio, con el pelo liso, largo y revuelto, la barba de un mes, y las ojeras profundas y moradas, alguien que en medio de todo se veía bien-
Juan la escucho sin decir nada mientras recordaba, a veces sonriendo y a veces con tristeza
-bueno, pero solo soy Juan... Y ya-
-no me decepcionas Juan-
Hubo un silencio comprensivo y cómplice, Lila fue la primera en mover los ojos hacia otro lado, de pronto pensó en dejar algún recuerdo de este momento y busco con afán entre su cartera-
-Que buscas?-
-Esto!- Unas pequeñas pinzas plateadas salían de sus dedos. Con fuerza las empuño y empezó a escarbar en la madera verde del banco "aquí se conocieron Lila y Juan, el 7 de noviembre”
Juan dio un suspiro, por un momento se sintió aliviado después de no entender porque esta desconocida al fin y al cabo, buscaba afanosamente entre su bolso y al final terminaba sacando unas pinzas.
Le quito las pinzas de las manos procurando hacer el mayor contacto físico posible y prosiguió escarbando: "después de que Lila lo sacara del limbo"
Lila se encogió de hombros con modestia - no hice nada, solo te oí un rato... Durante muchos días. Y después me empezó a gustar lo que estaba al otro lado del teléfono, ya te lo he dicho... Probablemente no hubiera sido una buena terapeuta con alguien que no tuviera una voz como la tuya, que no me hubiera llamado la atención tanto como tú"
-entonces yo he sido tu mejor paciente-
-es difícil ayudar a alguien que no conoces, sabiendo que está desesperado, de otra forma no habría marcado los números del teléfono del centro de ayuda. Te dejan lo peor, cuando alguien llama es porque ha tocado fondo, es un trabajo de vida o muerte... yo prefiero la prevención, trabajar con el paciente para que nunca llegue a ese punto donde se siente tan solo, tan a punto de desistir que lo único que atina a hacer es marcar números en el teléfono, ya no le importa la vergüenza, ni que el mundo sepa su desgracia... por eso renuncie-
Juan la miraba sorprendido de sus palabras certeras, le hizo notar que nunca había hablado sobre ese primer día, ella le explico que nunca se había atrevido a contarle lo que pensaba de algo tan triste para él.
-no fue triste, me hablaste como si yo fuera lo más importante que te había pasado en la vida-
-quería abrazarte- dijo ella bajito como quien no quiere la cosa
- me tienes aquí...-
- entonces te voy a abrazar, está bien?
Hasta el banco parecía estar feliz, y es normal, todos queremos presenciar un momento importante de vez en cuando.
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Foto enviada por Alexandra Feo.
Texto por Victoria Pinto.
Foto enviada por Alexandra Feo.
Texto por Victoria Pinto.