martes, 15 de marzo de 2011

AHORA CREO EN MAGIA

Little Flowers

Una introducción:

Alex no ha podido venir hoy. Para los que la conocen un poco saben que vive en Japón y por obvias razones no tiene el tiempo. Pero está bien! y volverá apenas pueda.
Me ha pedido que ponga el siguiente link de Ayuda al Japón en el cual pueden hacer una donación a la cruz roja Japonesa. Si lees este blog y tienes recursos disponibles puedes poner un granito de arena que sera profundamente agradecido.
Para no dejarlos sin cuento, he puesto una historia de archivo que escribí en el 2002, cuando tenía 17 años y empezaba a estudiar Diseño Industrial, de ahi tanta referencia obsesiva por el diseño. sí que hoy la foto corresponde al escrito y no el escrito a la foto.

Sin más preambulo...

AHORA CREO EN MAGIA

Iba caminando bajo la lluvia, a pesar del paraguas el agua buscaba la forma de llegar hasta su abrigo, -tengo que buscar refugio-, pensó.

Miró hacia los dos lados escrutando el camino vacío. Se esforzó un poco más y encontró una señal –Eat ,drink, shop- leyó con dificultad –1 Km.- . No había más que hacer, caminar, tal vez correr.

Cuatro semanas antes Camila buscaba a Renoir por las galerías del museo. Ya lo había visto más de cien veces pero el lugar era su santuario, sus interiores la relajaban.

Su vida itinerante la había llevado a recorrer todos los museos y establecimientos posibles hasta el límite de la ciudad, pero este en especial era la arcadia de su mundo, la mansión de la inocencia y la felicidad.

A lo lejos un hombre distrajo su atención, su apariencia obedecía a un estereotipo, al mirarlo sabía exactamente lo que hacía, como pensaba, que vestía cada día, el auto que conducía -CEO, millonario, confundido tal vez por la crisis de mediana edad, ropa de diseñador, abrigo de cachemira, dos hombres en la puerta lo resguardaban, de eso estaba segura, casado?, no podría decirlo con seguridad. – Veredicto: impresionante, cliché definitivamente, predecible- se dijo a si misma

El la observaba también interesado, después de se le acercó –puedo hacer desaparecer una moneda- le dijo -no creo en magia– respondió Camila –que vaga forma de comenzar una conversación-
-podría hacer Magia solo para usted- insistió el
Ella se alejo.

Pronto se había hecho tarde para que llegara a su trabajo. Trabajaba como decoradora en una importante empresa y tenía dos clientes esperando por una propuesta. Era un día importante, su exposición la llevaría a obtener la cuenta de remodelación de la casa de una persona muy importante, o de la decoración de la nueva sede del ayuntamiento. Si obtenía las dos tendría que pensar muy bien cual escogería, no podría dedicarse a las dos.

En una sala llena de personas ella sería la única que hablaría, el meeting de diseñadores que se desarrollaba en la siguiente sala la ponía mas nerviosa que nunca, había demasiada competencia. Que pasaría si al alcalde no le gustaba su propuesta ? y si todos resultaban tecnofobos?, o futuristas?. Necesitaba tiempo, corrió a la cafetería, de cualquier forma el cliente principal no había aparecido hasta ahora, no sabía ni quién era.

Sentada sobre una mesa para poder ver mejor a la gente llegar, se tomaba un café, la vidriera era lo suficientemente amplia como para que la gente se detuviera a mirarla.... -La vidriera- pensó – transparente, liquida, es una barrera entre la seguridad del interior y la inseguridad de la intemperie, o una vitrina en donde todos me miran, un mausoleo de cristal- y si llovía afuera? La gente la envidiaría, sería entonces un refugio. Este pensamiento la ayudaría a soportar el porque de las vidrieras en el diseño.

-Otro estereotipo- pensó al ver a un hombre que entraba en el edificio por la puerta principal y que se quedaba un momento mirándola. Era el hombre del museo, el loco de la magia, recordó haberlo visto, no estaba mal del todo. Se veía incoherente allí, como averiguando algo, no podía ser alguien mas que su cliente.

–mi cliente principal acaba de verme sentada sobre una mesa, sin zapatos y con los pies sobre una silla- le dijo a la cajera quien sonreía mientras Camila pagaba su café.

Al llegar a la sala lo primero que vio fue la mirada tranquila del señor Cantillo, su cliente. – Buenas tardes señor Cantillo- saludó respetuosamente Camila.- Buenas tardes, perdone mi conversación en el museo, pero todo lo que dije fue en serio – así Camila confirmo que era un hombre perturbado.

Al cabo de dos horas había ganado las dos cuentas. Tomo el trabajo con el señor Cantillo y desechó el ayuntamiento. Él le ofrecía total libertad creativa mientras que en el segundo tendría que usar floreros de porcelana y lámparas Tiffany obligatoriamente.

Revisó los planos de la casa una vez más antes de poner manos a la obra. Podría recorrerla con los ojos cerrados, tenia en su mente la apariencia de cada rincón de esa casa, sabía exactamente que tono de amarillo utilizar en la sala, en que tono de azul iría el altillo voladizo. Se preguntó una vez más, porque había prácticamente vivido en esa casa sin nunca haberse encontrado al señor Cantillo, y porque jamás habían hablado desde ese día en la oficina.

Su amigo Ernesto entraba por la puerta, y Camila le hizo la misma pregunta
-sí, es extraño, antes no te determinaba, y ahora no quiere recogerte para escoger los azulejos del baño-

-----o-----

Al obtener la cuenta Camila tuvo que ir a la casa muchas veces más sin lograr ver nunca al señor Cantillo.

Cuatro semanas después recorría una vez más la casa casi terminada. Sentía como si fuera de ella para siempre, cada pared estaba llena de su estilo, cada piso y cada ventana, como si todo lo que había tuviera su firma, como en los cuadros del museo.

Se sentó tranquilamente a admirar su obra. La terraza era en lo que más la orgullecía. Los prismas que había puesto en la ventana reflejaban todos los colores posibles cuando el sol los atravesaba, una composición con flores embellecía el jardín y el bulevar a lo lejos completaba la panorámica. Quería privacidad con su obra en ese momento pero fue imposible, el señor Cantillo se asomaba por la puerta para felicitarla.
-lo ha hecho muy bien, hay personas con sentidos especiales, como usted. Tal vez la recomiende a mis amigos- prosiguió - ha convertido mi casa en un jardín urbano-
dijo fastidiado - pero no se preocupe, usted no sabía sobre mi aversión por las flores, y nunca la deje preguntarme - Por lo demás esta perfecto, se puede ir-

A Camila le pareció totalmente ruda su manera de hablar, había sido despectivo, y ahora la echaba de la casa sin haberle dado las gracias. El señor Cantillo le entregó el pago en efectivo. Camila lo recibió sin decir nada. Observo los estantes que tan exquisitamente había decorado por ultima vez y considero su tiempo desperdiciado si se quedaba un poco mas. Se distrajo con la diagramación de los billetes un momento, parecían billetes sacados de un sueño -son billetes de China, valla a la casa de cambio y... cámbielos- le aclaró Cantillo.
Salió por la puerta principal sin decir adiós. Algo la alejaba de aquella casa ahora.

En el camino solo una línea la separaba del Eat, Drink, Shop, había ido allá una vez, se alegro de volver a aquel restaurante mientras la lluvia le mojaba el abrigo.

Estaba muy molesta con Cantillo, ni siquiera le había insinuado llevarla hasta su casa. Todavía divisaba la casa de él desde allí.

Miró una vez más y siguió caminando. Al girar la cabeza hacia atrás le sorprendió que el señor Cantillo viniera siguiéndola por el camino. Se detuvo a esperar.
El se detuvo también. Los dos admiraban la casa a lo lejos. De repente el sol apareció de nuevo, Camila sonrió.
–Sabe? Permítame hacer algo solo para usted- dijo el
-porque?-
-no me gustan las personas que no creen en magia-
-y?- dijo Camila que empezaba a desesperarse con la obsesión por la magia.

Cantillo la miro a ella y luego a la casa. Camila miró la casa también. La casa... la casa. Donde estaba la casa?
–Donde está su casa?- dijo en voz baja, y luego sospechó que no volvería a aparecer y pregunto desesperada -la casa?- pero Cantillo se alejaba decepcionado a gran distancia por el camino.
Estaba asustada, de la casa que había estado decorando durante cuatro semanas ya no quedaba sino un jardín. Al meter la mano en el bolsillo encontró una nota “Lo siento, no puedo hacer desaparecer las flores. No olvide que no todo lo que se puede ver, existe. Y viceversa. J.M.Cantillo”

Revisó el dinero, apenas cubría el precio de las flores. Lo demás había desaparecido.
Decidió renunciar a su trabajo al día siguiente, estaba cansada de levantar castillos para otros. Se tumbo en el jardín remanente de Cantillo y recordó que ahora creía en otras cosas.

martes, 1 de marzo de 2011

POR ESTA VENTANA DE JEREZ LA IMAGINARIA...

Foto Asun

Foto por: Asún

Enviada por Alexandra Féo
Texto por Victoria Pinto
Para G por su cumpleaños. Gracias por prestarme el nombre, y que aunque no tenga nada que ver con la historia, también es un hombre maravilloso. Feliz Día!

“Por esta ventana de la ciudad de Jerez la Imaginaria, sale un viento helado, como para parar todos los pelos. La decadencia es inevitable. Ha soplado tanto viento como para sacar las cortinas hacia afuera, pero no ha tenido tanta fuerza como para hacerlas volver a entrar. En la calle los transeúntes se cambian de acera para no pasar por el frente, pero la energía es tan fuerte que se siente varios metros a la redonda… La sienten? Y la verdad es que la vida te cambia cuando pasas por el frente de esta ventana, donde un hilo invisible te voltea la cabeza para que escudriñes por unos segundos en la profunda oscuridad que esconden sus paredes.

Aquellos que tienen que ir hacia el centro de la ciudad se inventan excusas para pasar por esta calle y no otra, porque preguntarse es inevitable, que ha pasado allí? Cuál es esa historia? Donde ha quedado la opulencia de este edificio... Porque aunque envejecido se reconoce que ha sido grande en su tiempo, que no se sabe ya si es el mismo tiempo nuestro.”

“Casa real de Don Gonzalo de la Peña” reza una placa que reposa al lado de la puerta. Mis turistas se inclinan sobre ella como tratando de adivinar el paso del tiempo en el oxido que se acumula en las juntas de las bisagras
Yo me detengo sobre la acera y me recuesto sobre la reja de hierro mientras los miro regocijado.
-Y la alcaldía del pueblo no ha intentado su remodelación o su demolición?- Pregunta uno de ellos
-no, se ha dejado en orden escrita, que esta casa debe desaparecer de muerte natural. Y nadie se atrevería a interferir con esa orden.-
-Que quiere decir muerte natural- pregunta otro
-Quiere decir, que hasta que no se caiga la última piedra no se puede utilizar el espacio para ningún otro fin-
-Está bien, ya hemos visto la casa más antigua de la ciudad, ahora llévanos a los sitios interesantes-

Ha llegado el momento de trepar sobre una banca de piedra donde todos me puedan ver y advertir con voz misteriosa
"no soy un guía de lugares! Soy un guía de historias, quiere usted ver más que rejas antiguas y edificios de piedra? ha venido a descubrir el espiiiiritu de esta ciudad? (y lo digo literalmente), si quiere saber lo que esconden las paredes más que lo que cuentan las ventanas.... Acompáñenme"

Y ellos aplauden emocionados. Yo hablo mientras ellos me siguen embelesados

“Don Gonzalo de la Peña... un hombre guapo con mirada escrutadora, se lo pensó mil veces antes de venir a esta ciudad, y es que no se puede hablar de Jerez, la Imaginaria, sin hablar de Don Gonzalo de la Peña.
Vivía con su familia en un pueblo a las afueras, donde paso su niñez haciendo experimentos y aprendiendo a tocar la guitarra con maestría, a los 19 años su destino era un destino más: estaba prácticamente comprometido para casarse y hacerse cargo de los negocios de su padre.

Le gustaba reunirse con sus amigos para tocar acordes nuevos en el centro de la plaza, y así arrullaban las noches tibias de los martes. Más este martes corría un aire distinto, todo el mundo lo notó al ver que Don Gonzalo tocaba unos acordes completamente diferentes e inusitados que nadie parecía haberle enseñado, lo miraban cuestionantes mientras el paseaba sus ojos lejanos por el camino empedrado que venía hacia la plaza donde a unos cuantos metros venía la Señorita Hannah Carmona atraída por la música. Hija de un comerciante del pueblo y educada en Estados Unidos durante toda su vida, estaba recién llegada y carecía de modales tradicionalistas.

Don Gonzalo había recordado su amor por el conocimiento, él que siempre quería conquistar todo lo nuevo, hace mucho que no recibía un estímulo de esta clase. Pasados unos cuantos días Hannah y él se paseaban por las calles agarrados de la mano, se escondían en los rincones oscuros llenos de besos desesperados, ella lo acompañaba mientras el tocaba la guitarra las noches de los martes mientras los demás la observaban como si hubiera sido un animal extraño. Hannah vivía en casa de sus padres donde solo era acompañada por una empleada celestina que veía llegar a Don Gonzalo en la noche… pero nunca le veía salir.

Y así cuando Hannah decidió que era hora de venir a la ciudad Don Gonzalo trato de convencerla de no hacerlo, tenían su vida, sus negocios, su música, sus experimentos, pero Hannah necesitaba el mundo. No era que él nunca hubiera venido a la ciudad, era que estaba demasiado cómodo en su propio mundo. Pero no habría vuelta atrás, Hannah se mudaría a Jerez la Imaginaria, donde había opera, teatro, convenciones y festivales, donde el alcalde era amigo del Rey y donde ella tenía amigas. Lo haría sola o acompañada.

Don Gonzalo puso su casa en venta casi deseando que nadie viniera a preguntar por ella. Pero la casa se vendió. Puso su negocio en venta, casi deseando que a nadie le interesara. Pero el negocio se vendió. Se despidió de su madre y de sus amigos casi deseando que le pidieran que se quedara… pero adivinen… ninguno se lo pidió.
Así llegaron Hannah y Don Gonzalo a Jerez la Imaginaria, un 9 de Julio, ella rebosante de felicidad, y el buscando donde acomodarse. Se instalaron en el Hotel Mediterraneo en esa habitación grande que da a la calle. Al día siguiente Don Gonzalo había comprado para Hannah el edificio del frente, el de al lado de la iglesia… el que vemos aquí.

Y como Hannah y Don Gonzalo eran la pareja de moda, aún en ese tiempo la gente se las ingeniaba para pasar por esta calle, y no otra. Porque Hannah se sentaba en la ventana mientras las cortinas se abombaban con el viento, a saludar a los que pasaban, a leer un libro, a ver el atardecer, qué más da. Cuando se vestía de blanco solía confundirse con una nube que paseaba por el cielo, decían. En las tardes, cuando don Gonzalo volvía hacia su casa la veía siempre en aquella ventana y pensaba que solo eso necesitaba para alegrar el día y para vivir la vida.

Y hoy… era martes, martes de guitarra y Don Gonzalo volvía presuroso hacia su casa para encontrarse con algunos amigos, bajando por la pendiente que llevaba hacia su casa no pudo ver a Hannah como siempre sentada en la ventana. Al llegar a la puerta el corazón se le quiso salir del pecho. Tres hombres con guitarras en sus manos esperaban frente a la puerta. Después de haber tocado varias veces nadie había abierto. Don Gonzalo empujo la puerta angustiado, subió las escaleras a dos pasos solo para encontrar una nota que se mecía con el viento frío que entraba, a punto de salir volando. –“He decidido salir un rato… creo que iré hacia América. Lo he pensado mucho. Las horas del día pasan como años para mí y no puedo soportarlo. Me voy a ir una vez más, pero te prometo que cuando vuelva no me iré nunca otra vez, estaré junto a ti hasta el día que me muera. Volveré. Hannah”-.

La pobre de Hannah, debió haber sospechado que si hablaba de sus intenciones no lograría salir de Jerez la Imaginaria, siempre había sido impulsiva y estaba acostumbrada a vivir la vida sola y sin tener que complacer a nadie más. Don Gonzalo quedo impávido. Calculó que si seguía pensando en el asunto se volvería loco con la espera, y no se podía dar el lujo de perder la cabeza ya que cuando Hannah volviera, el debía estar en sus cinco sentidos para recibirla con el amor más grande del mundo. Tal vez si ella lo sentía no querría volver a irse.

Pero ninguna distracción era suficiente, sentía ganas de echarse a rodar por la montaña cada vez que se acordaba de ella. Se preguntaba sin cesar, cuando volvería?
Dejo su trabajo en el banco y se dedico a construir el primer observatorio de la Ciudad Imaginaria de Jerez, tan concentrado estaba que logro apartar sus pensamientos de Hannah durante algunos días. Cuando nadie lo veía, escudriñaba el puerto desde el observatorio para ver si algún barco nuevo había llegado de América.

Como el observatorio fue tan popular entre los ciudadanos, se hizo íntimo amigo del Alcalde y los diputados de la ciudad. Propuso construir la plaza central, si, la que ahora tiene una rueda de Chicago. La primera la diseño él. Hizo los planos para el primer museo de historia Natural y hasta el mismo armó los huesos de los dinosaurios. Creó el sistema educativo con el que estudian todos los niños de Jerez la Imaginaria ahora. Formó una filarmónica, puso un estudio de cine, organizo el sistema vial y trajo el primer tigre de bengala del zoológico. Si, el tigre que ustedes ven ahora, es biznieto de ese tigre.

Su cabeza corría a cinco mil ideas por segundo, era de lejos el hombre más brillante de la ciudad, y en secreto sus amigos sabían que era el hombre más brillante que quizá verían en todos su viajes por el mundo. Ayudaba a las abuelas con sus paquetes, siempre cedía la silla y era el soltero más codiciado por las mujeres.
Más todos los días a las 6 de la tarde cuando Don Gonzalo iba para su casa, miraba con esperanza hacia la ventana, esperando que Hannah estuviera allí con su cabello flotante, cada día con más esperanza y cada día con más decepción, se daba cuenta de que no estaba. Los martes después de tocar la guitarra iba al observatorio y revisaba si habían llegado barcos nuevos de América... pero Hannah no llegaba.

Un día al descubrirse viejo, achacoso y sin herederos pidió una audiencia con el Rey. Le pidió que conservara su casa intacta aún después de su muerte para que Hannah la encontrara un día como la había dejado. Como había sido un hombre tan útil para todos, el Rey dicto la orden de no tocar el palacete de Don Gonzalo de la Peña hasta que la última piedra se hubiera caído.

Don Gonzalo murió un día mientras observaba el puerto desde el observatorio, toda la ciudad lloró por él, había sido un hombre maravilloso. Su casa empezó a deteriorarse por el abandono hasta que algunos empleados oficiales recibieron la orden de ir a limpiarla y mantenerla. Al entrar, un viento helado los envolvió con fuerza… dicen que en esta casa se siente un escalofrío aterrador.

Arreglaron la cama, cerraron la ventana que da a la calle y limpiaron un poco el polvo antes de salir despavoridos, al alejarse calle arriba oyeron como el estruendo aterrador del viento volvía a abrir la ventana de par en par y hacía que sus cortinas blancas flotaran hacia afuera. Una de las empleadas dice que por unos segundos pudo ver la sombra de Hannah que los miraba con ojos furibundos desde el balcón.

Y es que Jerez la Imaginaria no hubiera sido lo que es hoy sin su partida. Don Gonzalo nunca perdió las esperanzas de que ella volviera, y tenía razón, porque si volvió, y ahí está.

Yo creo que están juntos.”