Foto por: Alexandra Feo. Kyoto 2010 Gion District
Texto por: Victoria Pinto (un cuento de 3 cuartillas, como un fín de semana de tres días)
Lunes - 04:22:
-Dame la paz señor, dame la lucidez, dame la tranqui.... Dame la tranquilidad- dije agarrando el amuleto de plata que había comprado para mantener la calma. Mi cerebro resonaba con voces agudas y graves que se intercalaban con imágenes del pasado. Las lágrimas no se detenían y yo ya estaba francamente agotada, con el corazón oprimido, preguntándome porque me estaba conformando con este estilo de vida, como explicarle al sentimiento que la razón tenía toda la razón en que debía irme de allí?
Iba a ser 3 días sin hablar con él, era un fin de semana largo.
Antes, el viernes
La ciudad era todo júbilo ante la perspectiva de un lunes libre. Todos estábamos ansiosos por salir de la oficina. Yo pasaría por el supermercado y luego sorprendería a mi esposo con una comida gourmet. También terminé comprando una tarta de volcán de chocolate que costaba más que la deuda externa del país, aun así era el mejor viernes de mi año hasta ahora.
No soy cocinera pero me las arregle para peinarme y maquillarme mientras se cocía la ternera. Puse la mesa y prendí las velas. Encendí el televisor a las 20:45, me quité los zapatos a las 21:30, me solté el push up a las 22:10, me puse una manta encima a las 23:00, lo llame a su celular a las 23:13, pero no contestó. Apague las velas a las 00:12 fantaseando con todas las cosas que iba a decirle. Le diría por ejemplo que me había hecho esto mismo hacía un mes, y hasta le iba a recordar esa cuarta cita en la que me había dejado plantada por salir con sus amigos. Si, hoy se lo iba a decir todo, estaba hecho y nada podría detenerme, incluso lo anoté en una libreta para no olvidarme de nada.
Desperté sobresaltada para descubrir con angustia que estaba sola, me lancé al piso para buscar mi teléfono. 03:28 y el no había llegado! No había ni una llamada perdida. El pánico me invadió, llame incesantemente pero su teléfono estaba apagado y no había nada que yo pudiera hacer. Posibilidades desde el secuestro hasta el accidente de tránsito se barajaron en mi cabeza y a veces, durante breves segundos la infidelidad. Después empecé a pensar con claridad, si hubiera pasado algo malo ya me habría enterado, salir a las calles como una loca a las 4 de la madrugada no era algo inteligente. Lo más inteligente hubiera sido tal vez volver a dormir hasta las 11 de la mañana.
Puse la alarma a una hora prudente para empezar a llamar amigos y conocidos sin sonar desesperada, esto había pasado antes y no quería que se burlaran de mí.
10:00. -Aló? Si... doña Graciela, sabe algo de su hijo?... No sí, claro que vino anoche...pero salió esta mañana temprano y olvido los lentes… quería que no se preocupara... Acaba de hablar con él?... Si, no, yo se que él iba de viaje, obvio que me dijo, pero pensé que iba a pasar por su casa a despedirse...no, yo no pude ir... Porque tengo gripe-
Después de oír 20 minutos de consejos para preparar agua de panela con limón y jengibre colgué el teléfono, y me eche a llorar. Mi esposo estaba vivo, no había razón para la angustia, pero me había dejado de nuevo, esta vez durante un fin de semana largo y sin avisarme. Volví a cubrirme con las cobijas, salir de mi casa hoy no tendría caso. Y ese fue el sábado.
El domingo en la mañana llego el optimismo y la venganza, llame a mis remanentes amigas solteras y las cite para una noche de margaritas y feminismo. La mayoría se sorprendieron mucho de oírme:
-Dame la paz señor, dame la lucidez, dame la tranqui.... Dame la tranquilidad- dije agarrando el amuleto de plata que había comprado para mantener la calma. Mi cerebro resonaba con voces agudas y graves que se intercalaban con imágenes del pasado. Las lágrimas no se detenían y yo ya estaba francamente agotada, con el corazón oprimido, preguntándome porque me estaba conformando con este estilo de vida, como explicarle al sentimiento que la razón tenía toda la razón en que debía irme de allí?
Iba a ser 3 días sin hablar con él, era un fin de semana largo.
Antes, el viernes
La ciudad era todo júbilo ante la perspectiva de un lunes libre. Todos estábamos ansiosos por salir de la oficina. Yo pasaría por el supermercado y luego sorprendería a mi esposo con una comida gourmet. También terminé comprando una tarta de volcán de chocolate que costaba más que la deuda externa del país, aun así era el mejor viernes de mi año hasta ahora.
No soy cocinera pero me las arregle para peinarme y maquillarme mientras se cocía la ternera. Puse la mesa y prendí las velas. Encendí el televisor a las 20:45, me quité los zapatos a las 21:30, me solté el push up a las 22:10, me puse una manta encima a las 23:00, lo llame a su celular a las 23:13, pero no contestó. Apague las velas a las 00:12 fantaseando con todas las cosas que iba a decirle. Le diría por ejemplo que me había hecho esto mismo hacía un mes, y hasta le iba a recordar esa cuarta cita en la que me había dejado plantada por salir con sus amigos. Si, hoy se lo iba a decir todo, estaba hecho y nada podría detenerme, incluso lo anoté en una libreta para no olvidarme de nada.
Desperté sobresaltada para descubrir con angustia que estaba sola, me lancé al piso para buscar mi teléfono. 03:28 y el no había llegado! No había ni una llamada perdida. El pánico me invadió, llame incesantemente pero su teléfono estaba apagado y no había nada que yo pudiera hacer. Posibilidades desde el secuestro hasta el accidente de tránsito se barajaron en mi cabeza y a veces, durante breves segundos la infidelidad. Después empecé a pensar con claridad, si hubiera pasado algo malo ya me habría enterado, salir a las calles como una loca a las 4 de la madrugada no era algo inteligente. Lo más inteligente hubiera sido tal vez volver a dormir hasta las 11 de la mañana.
Puse la alarma a una hora prudente para empezar a llamar amigos y conocidos sin sonar desesperada, esto había pasado antes y no quería que se burlaran de mí.
10:00. -Aló? Si... doña Graciela, sabe algo de su hijo?... No sí, claro que vino anoche...pero salió esta mañana temprano y olvido los lentes… quería que no se preocupara... Acaba de hablar con él?... Si, no, yo se que él iba de viaje, obvio que me dijo, pero pensé que iba a pasar por su casa a despedirse...no, yo no pude ir... Porque tengo gripe-
Después de oír 20 minutos de consejos para preparar agua de panela con limón y jengibre colgué el teléfono, y me eche a llorar. Mi esposo estaba vivo, no había razón para la angustia, pero me había dejado de nuevo, esta vez durante un fin de semana largo y sin avisarme. Volví a cubrirme con las cobijas, salir de mi casa hoy no tendría caso. Y ese fue el sábado.
El domingo en la mañana llego el optimismo y la venganza, llame a mis remanentes amigas solteras y las cite para una noche de margaritas y feminismo. La mayoría se sorprendieron mucho de oírme:
Intento1: -Hola! Como vas? Que vas a hacer hoy en la noche?...una cita! Veo…Super! Con quien?... Ah! En el gimnasio... Bueno, me cuentas después porque...mmm, se está quemando la cera en la estufa. Chau!
Intento2: -Hola! Te tengo el mejor plan para hoy.... Como que con quien hablo? Pues con Alejandra!- (sin palabras).
Intento3: -Vicky? Ya no vive ahí? No tendrá por casualidad su celular. No?,Ok, gracias.
A pesar del desolador panorama dos aceptaron y una traería a su hermana. Mi noche de chicas ya era un éxito total. Yo fingiría ser un ama de casa cansada de la represión conyugal, totalmente independiente y ansiosa de regresar a la soltería, hablaríamos de la idiotez de los hombres y así yo sobreviviría hasta que a mi esposo regresara.
Noche de chicas - 19:30: Desastre, me comí todo el volcán de chocolate yo sola, mientras las demás daban griticos de emoción cada vez que "la hermana" contaba un detalle más adorable que el anterior sobre su boda en Junio. Yo lloraba por dentro. Y mi marido? -Está en un viaje de negocios. Si, somos muy felices- mi noche de chicas y feminismo se convirtió en noche de princesas Disney.
Y llegué al lunes
Desperté a las 04:00 pensando en mi esposo desaparecido, haciéndome las preguntas habituales: que hice mal? Es verdad que no le pregunte si tenía planes este fin de semana…Porque no me llama? Con quien está? Es mi culpa... Soy lo peor... Lo odio. Fue el teléfono lo que sonó? No. Por favor señor… dame la calma. Soy tan infeliz.
Para matar el tiempo hice lo predecible: organizar. Empecé por la cómoda, tome unos álbumes de fotos y los puse sobre la cama, un sobre gordo, lleno de fotos cayó al piso, se esparcieron todas sobre el tapete. Eran del último viaje que había hecho con mis padres hacía más de 7 años, me incliné para recogerlas cuando me corté la mano con una de ellas. Una gota de sangre salió de mi dedo mientras yo pensaba “solo esto me faltaba”. Volví con un trozo de toalla de papel para limpiar la foto que me había cortado, al reconocerla los ojos se me iluminaron, la conciencia se perdió entre recuerdos emocionantes de aquel viaje. En la imagen estaba yo, vestida como una Maiko, son aspirantes a Geisha, o así me lo habían explicado. Tenía un kimono rojo con amarillo, y el rostro pintado de blanco, mi expresión era de total incertidumbre y felicidad mientras trataba de balancearme sobre los zapatos de madera.
Mi padre había tenido que ir durante 20 días al Japón y había sido una experiencia reveladora para todos. Al llegar estuvo a nuestro servicio una hermosa mujer japonesa, se llamaba Ana, era Joven y desprendía una alegría contagiosa. Hablaba inglés, francés y español y parecía siempre tan feliz. Había vivido la mitad de su vida en Suiza, trabajaba en la embajada de mi país y su misión era pasearnos por lugares hermosos, con estéticas que no habíamos visto nunca. Además de su actitud tranquila, tenía una sonrisa amplia y su pelo negro se mecía con el viento. Desde que la vi pensé que era impresionante. Durante los recorridos hablaba con mi madre sobre historia y con mi hermana sobre el papel de las mujeres en el mundo. Mi hermana tenía varios años con su novio y esta mujer le había dado los consejos más sabios que yo había oído en mi vida hasta ese momento. Nada de dramas estilo Beverly Hills 90210 o Dawson’s Creek, ella era centrada, inteligente, soltera...y hermosa. Una tarde, caminando por una calle llena de flores y globos de papel vi unas niñas corriendo vestidas con kimonos, grite emocionada y Ana me pregunto si quería sacarme una foto con el traje. Luego me explico que era el traje tradicional de las aprendices de Geisha. Yo tenía 14 años y no sabía nada de la vida, ni del Japón, pero me atraía el misticismo de ese kimono lleno de colores que brillaban bajo el sol que se ocultaba. En un local cercano Ana me ayudo con el vestido y el maquillaje. Yo estaba muy emocionada, sin embargo al ponerme los zapatos de madera empecé a hacer muecas y decidí desistir, eran bastante incómodos.
Mi madre con su impasibilidad habitual solo dijo - está bien, que se quite el vestido y nos vamos-
Empecé a soltarme el cabello cuando Ana se me acerco y me hablo al oído, -vas a ser la víctima de unos zapatos?- La mire extrañada, no estaba acostumbrada a que me hablaran así -quieres una foto con el kimono, si o no?-
-Sí- dije -pero la verdad es que estos zapatos me incomodan mucho y pensándolo bien me da vergüenza salir así a la calle, porque hacen estos zapatos así? Hacen que me duelan los pies!-
Hice un berrinche y pedí que me limpiaran la cara y que me quitaran el kimono. Había hecho esperar a mi madre, a mi hermana y a los demás miembros de la comitiva y ahora me quería ir...porque si.
-sabes... – me dijo Ana - Hay niñas que estudian durante años, alejadas de sus familias para merecer ese kimono, verdaderas Maiko. Tú llevas 30 minutos, varias personas han gastado su tiempo en ti, y tú te dejas vencer por unos zapatos de madera...-
-Pero no es mi culpa- dije retorciéndome - es culpa de la gente que hace estos incómodos zapatos de madera-
-No es culpa de los zapatos. Los zapatos no están en cuestión, tú querías sacarte una foto vestida de Maiko y ahora quieres irte para el hotel. Hasta ahora no veo como los zapatos de madera arruinaron la foto. TU estas arruinando la foto- Me dijo Levantando las cejas.
Luego se quito sus cómodos Adidas, se puso los zapatos de madera y sentencio - no están mal- pidió otro par para mí y yo ya no fui capaz de decir que no saldría, cuando finalmente pisé la calle me sentí valiente y retadora. Estaba al otro lado del mundo probando algo distinto, y se sentía genial.
Recordé aquella mujer y me sentí avergonzada de mi realidad. Llevaba 3 días sufriendo por convicción propia. Sentí la libertad de aquellos días en Japón... El sonido de los tacos de madera sobre el pavimento, el olor de la pintura en mi cara, y así incomoda como estaba me sentí más dueña de mi vida que 8 años después cuando se suponía que tenía más conocimiento en mi cabeza.
Lo cierto es que Ana exudaba valentía y yo no. Y también era cierto que nada me prevenía de tener felicidad deliberada.
Me puse una curita en el dedo, suspire y tome una maleta del armario, me seque las lágrimas después de comprender que YO estaba arruinando mi propia foto de nuevo. Mientras ponía los álbumes en su lugar oí como la llave mi esposo se deslizaba por la cerradura. Lo que dijo a continuación fueron solo excusas tontas. Yo ya no quería hacer preguntas, porque milagrosamente me las estaba respondiendo desde que había recordado mi viaje al Japón.
-Creo que nos estamos ahogando un poco- le dije solamente, mientras llenaba mi maleta con lo básico.
Tomé la foto y la puse cuidadosamente en mi libreta...desde ahora sería mi amuleto. Yo no tenía mucha valentía, ni coraje, ni resolución, pero sabía que en Japón había una mujer que me podía prestar un poquito de todo eso.
Y no voy a decir que mi vida iba a ser perfecta de ahí en adelante, pero ya era hora de salir al mundo. La valentía aunque prestada también es válida.
(Nota: Los hechos descritos son ficticios y no están basados de ninguna forma en la persona que aparece en la imagen)
Bueno, bueno!
ResponderEliminarMe parece un texto lleno de valentía y espíritu de superación.
Los cambios drásticos son siempre tremendamente difíciles (habla la voz de la experiencia), y me parece muy bonito, a la vez que acertadísimo, el poder utilizar como símil o metáfora la imagen de los zapatos de madera.
Unos zapatos harto incómodos que representan las dificultades y el desasosiego que siempre causa cualquier decisión y resolución difícil.
Pero al final, acabamos teniendo nuestra "foto", y alcanzando la meta que deseamos.
Acabo de terminar hace un par de horas "Tokio Blues" de Haruki Murakami, así que me ha hecho muchísima gracia encontrarme esta foto de Japón en el blog, jajajaja!!!
Y además, también me ha chocado el paralelismo de ambas historias en cuanto a la temática se refiere... son dos historias de autoconocimiento y maduración.
Me enrollo más que las persianas. Al final me bloqueáis. jajaja!!
Un beso, chicas!! Y de nuevo, felicidades por el blog!
Oh!! Y en cuanto a la foto, me parece una preciosidad, y aplaudo cómo Alex ha destacado el colorido sobre el gris frío azulado de la piedra.
ResponderEliminarViky que bonita historia...desde el principio me ha engachado...un besote
ResponderEliminarVaya historia Vicky. Felicitaciones.
ResponderEliminarNada más cierto eso de salir al mundo, dejar de echarle la culpa al destino o a los otros y hacerse responsable de la propia vida. Creo que después de percibir eso dejamos de ver esos dramas de televisión con esa pasión de antes, preguntándonos qué pasara cuando los protagonistas pudieran salir por ellos mismos del caos donde se encuentran.
Es curiosa la escena donde ella convoca a las amigas y se encuentra con su propio vacío, sin ningún soporte. Me encantaría decir más, pero será luego!
Magnifica historia y muy bien narrada!
Las felicito por este blog. Voy a finalizar las otras historias poco a poco.
Besos a las dos.
Hola!!!!
ResponderEliminarGracias por visitarnos
Javi como siempre generoso en sus comentarios, sabes que es un placer tenerte por acá y leer como te implicas con nuestros relatos.
Mari, mas besos para ti muchos muchos muchos
Ale Bienvenida cariño
3 cuartillas son 3 ojas por los dos lados?
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