martes, 1 de mayo de 2012

Detrás del periódico


Man reading the paper
Fotografía: "Man reading the paper" de Vicky Pin  Muchas gracias!!

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Ya estás llegando, Steve”, se dijo a sí mismo.

Como cada martes, Steve V. Coleman había tomado el bus desde Newington hasta Lambeth, la parada del Puente de Westminster. Hacía tiempo que había dejado de sentir el placer de conducir gracias al pesado tráfico londinense, y no dudaba en trasladarse de un sitio a otro mediante cualquier transporte público. Hoy había optado por el autobús. En cierto modo, a Steve le provocaba cierto placer encontrarse rodeado y apretado entre la gente. Me explico: Mr. Coleman es un alto directivo de una prestigiosa empresa de telecomunicaciones. Adolece de la soledad de los grandes, ya que a sus empleados se les encoge el alma cuando se dirige a ellos. No tiene con quien bromear en el trabajo, ya que su labor es demasiado seria y se reúne con gente a la que no le apetece reír. No puede bajar la guardia y confiar en nadie, ya que cualquiera es susceptible de arrebatarle su puesto. Su despacho es uno de los más altos, de los más grandes, de los más silenciosos... Al igual que su casa, en la que ya no hay gente que cambie las cosas de sitio, ni ese agradable sonido amortiguado de otras personas haciendo cualquier cosa en cualquier habitación. Por todo esto, siente un ráfaga de placer sumergiéndose en el “tropel del la plebe”. Para él resulta divertido pararse en medio del bus o del tube y escuchar pedazos de conversaciones normales de gente normal, preocupada, contenta, perdida, agobiada...

Pero los martes no. Los martes, Steve no aparta la mirada de la ventanilla en todo el trayecto. Su mente se va muy lejos mientras sus ojos ven pasar la ciudad por el cristal empañado. Se deja llevar por las frenadas y acelerones del conductor, y ni siquiera rechista cuando alguien le hunde el codo para hacerse un sitio. Entonces es cuando llega a su parada y se apea. Baja los escalones lánguidamente y espera a que el autobús arranque. Coloca el periódico bien doblado bajo el brazo y comienza a caminar dirigiendo la vista siempre hacia la derecha, hacia el otro lado de la calle. Se desplaza contemplando al Marriot y siempre piensa que su fachada le recuerda a un cuartel militar. Al inicio del puente, se encuentra con los típicos turistas fotografiando la típica estampa del Big Ben con Westminster Bridge Road, esperando pacientemente a que uno de los característicos taxis o autobuses londinenses atraviesen el encuadre.
Cuando llega a este punto, es cuando se gira hacia la izquierda. Y cuando gira hacia la izquierda, es cuando su corazón se encoge. Atraviesa un pequeño arco de piedra y comienza a caminar por el paseo que discurre bajo los árboles, paralelo a la ribera del Thamesis, dejando a un lado el Hospital St. Thomas.

(Un martes, un año antes)

Steve ve a través del ventanal de su oficina que ya ha anochecido. Mira el reloj y comprueba fastidiado que en ese preciso instante debería estar recogiendo a Kate a la salida del trabajo, pero su reunión se está alargando más de lo debido. Podría en ese instante salir por la puerta con toda la tranquilidad del mundo, pero este cliente, a pesar de que no lo soporta, es de los más importantes. Así que decide avisar a su secretario para que envíe un mensaje a Kate disculpándose por no poder acudir. Una hora después, Steve es informado de que Kate, su esposa, ha fallecido tras ser asaltada cuando caminaba por la orilla del río, junto al Hospital de St. Thomas.

(Hoy, martes actual)

Esta mañana, la niebla confiere un tono de irrealidad al paisaje urbano. El Big Ben se desvanece a medida que se acerca al cielo y las barcazas surcan la neblina que flota sobre las aguas opacas del río. Steve forma un hueco con sus manos y exhala en el interior para calentarse los dedos.
Ya estás llegando, Steve”, dice para sus adentros. “Ya estoy llegando, Kate”.
Desde hace un año, Steve acude cada martes a la ribera del Thamesis y se sienta en el banco en el que debería haber estado esperando a su esposa aquella tarde.
Despliega el periódico, pero no lee.
Lo utiliza para esconderse, para que nadie lo vea hablar con Kate, para que nadie lo vea llorando, para que nadie vea cómo se le parte una y otra vez el alma entre disculpas...

6 comentarios:

  1. Pobre hombre!!!
    Que buena manera de empezar Javi... Me encanto

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  2. Felicidades Javi!
    Bella foto, bella historia
    mas mas mas historias!

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  3. Wow! Javi, cuanto talento empaquetado en una sola cabecita!
    Es completamente cinematografico, lo pude visualizar palabra por palabra.
    Gracias por escribirlo.




    (Voto por que eliminen la verificacion de palabras)

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  4. Wow, Javi!!! Estoy con la piel de gallina. Te felicito, my friend, usted es un GENIO!!!!

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  5. Padrísimo, Me transportaste, lo viví, lo olí, sentí su dolor sentado en esa banca, qué igual puede ser la estación de un tren o un sofá vacío.
    Te admiro un montón.

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  6. Que relato Javi!! que talentoso que eres, es la primera vez que te leo y me encanta.
    Una historia triste y conmovedora.
    Abrazos!!

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