lunes, 17 de septiembre de 2012

LIBERACIÓN


Foto: Itziar Aio (Gracias!)
Enviada por: Javier García
Escrito por: Victoria Pinto (espero no herir susceptibilidades) (este cuento también ha salido de un ejercicio de la Escuela de Escritores de la Universidad del Rosario)

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He logrado superar todas las pruebas. Pasé la entrevista con el sicólogo, hablé en ingles fluidamente con el director de ventas, solucioné correctamente la formula en Excel para el jefe de sistemas, el presidente me entrevistó y lo hice reír. Este empleo es mío, no lo dudo ni por un segundo. Estoy esperando en la sección de recursos humanos, esperando que me lo notifiquen. La sicóloga sale y me sonríe.
-Diana, por favor pasa-

Me levanto con elegancia, camino con seguridad. Le doy la mano y estrecho la suya con cariño genuino y ella me devuelve el apretón. Me hace seguir a su oficina, me siento y dejo mi cartera Louis Vuitton de última colección sobre el escritorio. Sé lo que estoy haciendo, siempre tengo control sobre lo que hago: estoy impresionándola, por si acaso. Si no se han decidido por mí todavía, ahora lo harán.
Extiendo mis manos sobre la mesa y la sicóloga chilla -¡Que color de esmalte tan bonito!-
Sabía que le gustaría. Sonrío por dentro.
- ¿te gusta?, yo no estaba muy segura- le digo con fingida indiferencia.
Ella sonríe y empieza a hablar después de una pausa, como si fuera a contarme un secreto –bueno, quiero que sepas que has pasado todos los procesos de selección y que la empresa ha decidido contratarte.
-Lógico- pienso arrogante. -Muchas gracias por poner su confianza en mí- deberían ser ellos los agradecidos.
Ella me explica algunas otras cosas y luego me extiende el contrato para que firme. Yo no la oigo, estoy muy ocupada regodeándome por dentro. Sabía que me iban a dar este trabajo, soy la mejor. Que se preparen todos los vejetes, yo vengo con los conocimientos fresquitos, recién salidos de la universidad.
Cuando la sicóloga termina su discurso preparado, me levanto y giro la cabeza con un movimiento estudiado que hago para verme más femenina y le digo – Nos vemos mañana, a las 7. No puedo esperar-
Ella se despide con solemnidad. La he descrestado con mi estilo – ¡Ah! Una cosa más- agrega ella –recuerda traer tu cédula siempre, no te van a dejar entrar por ningún motivo sin identificarte-  Asiento con la cabeza.
Voy  hacia la salida con paso decidido, mis tacones retumban sobre el suelo de granito que me devuelve el reflejo. Me encanta este sonido. Es el sonido del triunfo.
Al llegar a la puerta giratoria, el vigilante se acerca para ayudarme a empujarla. Apoya su peso contra la primera hoja de cristal y luego los dos nos quedamos mirándonos boquiabiertos.
Se me para el corazón. No puede ser. Es Yeison.
-¿Diana?- me dice él visiblemente perturbado. ¿Como se atreve? ¿cómo me ha  reconocido?. Todo nuestro oscuro pasado vuelve para pisotear mi corazón como si fuera una tormenta de granizo.
- ¿Qué haces aquí?- pregunto furiosa
- Soy vigilante aquí- dice él dolido
Empujo la puerta giratoria con un movimiento brusco y salgo desesperadamente para tomar el aire fresco. Luego corro más o menos dos cuadras, lo suficiente para que nadie de la empresa me vea tomando el bus. Mi estilo se ha ido.
Esa noche no puedo comer ni dormir, la sola idea de que Yeison trabaje allí me da nauseas.
Seguro que va a contarles a todos en la empresa que soy una pobre secretaria, o aun mejor “chica del café”, que vendí mi alma para lograr vivir al norte de la ciudad y que en realidad no salí de la Universidad Javeriana como dije en la entrevista, sino del Instituto Triangulo. Yeison me odia, lo se porque lo dejé por Felipe, el que me deja vivir aquí sin que su esposa se entere.
Hasta me cambié el apellido. Aún así y pese a los consejos de la revista Cosmo no logro que mi pasado se olvide de mí y no vuelva a buscarme.
Logro dormir dos horas. Sueño con Yeison, que me espera en la puerta giratoria con un cubo lleno de agua y un trapo para lavar los baños. Me despierto sin respiración, lanzo un grito gutural y quedo sentada. Afuera ya es de mañana, tengo un hambre tremenda pero sé que en la nevera no hay nada, porque la empeñé para comprar la cartera de Louis Vuitton.
Salgo a la calle desesperada, no sé cómo he logrado vestirme. Le temo al escarnio público. Estoy segura de que cuando llegue me van a mirar raro. En la parada del autobús unas palomas se pasean por el suelo recogiendo cuanta porquería encuentran del piso, -así como yo, antes- pienso con amargura. Quiero patearlas, pero no lo hago ¡Maldito Yeison! Estoy furiosa y tengo miedo.
Diviso mi bus y le hago señas con las manos. Me busco las monedas entre los bolsillos, es denigrante. El bus va lleno hasta la puerta, estoy tratando de subir a la escalerilla entre dos hombres. Hoy no quiero llegar al trabajo… esto me da una brillante idea: sin cédula no me dejarán entrar al edificio. Sin pensarlo mucho, busco con dificultad la billetera, no la encuentro, estoy dispuesta a desaparecerla, no se porqué pero tengo la sensación de que me van a requisar cuando llegue al trabajo.
Estoy como una loca. Las puertas del bus están a punto de cerrarse, los dos hombres me empujan hacia adentro como entre un sándwich. Quiero liberarme y quiero hacerlo ahora.  Me revuelvo frenética, mis manos actúan solas, se levantan y arrojan con fuerza hacia la calle la cartera de Louis Vuitton justo antes de que las puertas se cierren con violencia. Alcanzo a ver como las palomas se sobresaltan cuando les cae encima la pesada mole roja con pepas blancas. No hay nada que hacer. Estoy perdida.

7 comentarios:

  1. Estoy orgulloso de participar en este blog, en serio! Qué nivel!!

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  2. Yo estoy boquiabierta! un relato que engancha de principio a fin!
    Me encanta que mi foto haya inspirado esta historia. Gracias chicos!

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  3. Hola, Dianita!. Excelente artículo y qué creatividad, pero lástima del bolsito y qué pena con las palomitas!

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  4. yo no entendi lo ultimo alguuien q em epueda explicar. porfaz..

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