Foto: Fabiana Gauto (Gracias!)
Enviada por: Javier García
Texto por: Victoria Pinto
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Elsa se arremangó las mangas de
la camisa y pego un largo bufido de cansancio. Los papeles sobre su escritorio
se amontonaban cada día más sin que ella se atreviera a mirarlos, simplemente
los dejaba ahí, sin hacer nada al respecto. Cuando su jefe le pedía cuentas
sobre el avance de aquellos proyectos ella le explicaba que no había tiempo y
que tenía mucho trabajo, los iría
despejando uno por uno cada vez que tuviera un segundo libre. Y si era verdad
que cada vez que estaba en su oficina atinaba a agarrar uno de los folders de la
pila y lo leía sin saber qué hacer. Cada carpeta contenía un pedido para su
departamento que ella debía responder y llevar a cabo a la mayor brevedad
posible. Un día la pila se hizo tan alta que Elsa se quedo bloqueada y desde
hacia dos semanas que solo se sentaba a observar directamente el montón de
papeles preguntándose por donde podría empezar.
El resto del día asistía a
reuniones y realizaba actividades urgentes, que no daban espera y que daban la
ilusión de que siempre estaba demasiado ocupada. Aun así Don Elias, el dueño de
la empresa, confiaba profundamente en ella y le exigía cada día más.
Había sido un desafortunado día
más en la vida de Elsa cuando su coordinador
de eventos renuncio, justo 3 semanas antes del lanzamiento de la nueva
colección de invierno; Elsa trabajaba en una empresa de ropa formal masculina y
este era quizás el evento más importante del año en su ámbito. El pobre hombre
de 25 años no había aguantado más luego de que Elsa lo había enviado a pagar
las cuentas de sus servicios públicos a las 12 del medio día. Había soportado
dos horas y un poco más esperando en la fila del banco, hacia sol y no había
almorzado, solo para que cerraran porque el camión de valores había llegado
justo en ese momento a recoger el dinero del cajero automático. Cuando abrieron
de nuevo a eso de las 2:45 solo quedaban siete personas fuera del banco; estando casi adentro el vigilante había
gritado -son las 3!- y había cerrado la puerta justo al frente del joven
aterrorizado por la idea de llegar sin los recibos pagados. Infructuosamente
rogo al vigilante que le dejara pasar, le explico una y otra vez que había
hecho la fila durante dos horas, incluso trato de reclutar a otras personas que
estaban en la fila para que protestaran con el y los dejaran pasar pero el
mundo ya no es el mismo de antes y las personas simplemente se dispersaron. Al
llegar a la empresa con los servicios sin pagar Elsa se había enfurecido, con
una voz fastidiosa y condescendiente le había recordado a su subalterno todos
sus defectos y las razones por las cuales era un incapaz, luego recordó que
aquella noche ella tenía que trabajar hasta las 10 de la noche, realmente
estaba molesta por esto y sentencio: -te quedarás aquí conmigo hoy hasta que organices
la ubicación de todas las personas que asistirán al evento-
El joven respondió rogando por
segunda vez en el día, explicó que esa noche debía acompañar a su esposa
embarazada a un curso psicoprofiláctico. Elsa levanto una ceja, su famoso gesto
de intransigencia, dio un paso hacia atrás y se alejo hacia su oficina. El
joven planeador de eventos se quedo helado, más luego se lleno de una furia tal
que fue hasta su pequeño escritorio situado en un rincón sin luz en los
sinfines del segundo piso, borró los discos duros, no dejo ni rastro de la
información que contenía su computadora,
trituro todos los papeles, redacto su carta de renuncia irrevocable, la
dejó bajo el pisapapeles que había regalado la empresa en navidad el año pasado, empaco sus
pertenencias en una caja (eran pocas, a Elsa no le gustaba que nadie trajea sus
cosas personales a la oficina), se robó la perforadora de papeles y se marchó.
A Don Elías
francamente no le importaba si había o no planeador de eventos, Elsa tendría que
responder. De inmediato Doña Lucrecia, la encargada de recursos humanos hizo
poner un aviso en el periódico donde solicitaban planeador de eventos con
experiencia y sobre todo con alta tolerancia a la presión. Los días siguientes
hubo pasarela de casi-adolescentes y desempleados mediocres en la recepción del
edificio, Elsa los despachaba uno tras otro con una pericia malvada
-2 años de
experiencia? Porque me hacen perder el tiempo?-
- ha planeado múltiples
eventos, entre ellos los 15 años de su hermanita…. En serio?-
- responsable
por eventos de gran envergadura en su pueblo natal? Y soltaba una carcajada
irónica-
Así uno tras
otro se fueron, algunos incluso lloraron, ninguno servía para lo que necesitaba Elsa: alguien que
planeara un evento en 3 semanas, las invitaciones ya estaban en el correo, no
había vuelta atrás.
Faltando una semana para el
esperado evento Elsa tuvo que quedarse hasta muy tarde en su escritorio, la
cantidad de problemas por resolver la apabullaba y por un momento se recostó en
una silla mecedora que usaba en casos de estrés extremo, se dio cuenta de que
la despedirían si el evento no salía como tenía que salir. Hacía falta llamar a
los medios y sobornarlos un poco para que aparecieran por allí, contratar los
músicos, contratar el servicio de banquetes, contratar los modelos, en fin…
tendría que empezar de cero, estaba desesperada y entrando en un ataque de
pánico, aun así nunca se le ocurrió que toda su racha de mala suerte era
enteramente su culpa.
Decidió contratar alguno de los
infelices que se le presentara al día siguiente, no importaba quien, alguien a
quien darle ordenes y a quien responsabilizar. Pensó de paso que además de la
planeación de eventos pondría entre las responsabilidades del recién contratado
responder por todos los papeles que se apilaban en su escritorio. Así, contenta
de haber encontrado una solución se levanto de la mecedora, se puso los zapatos
y se dispuso a salir, camino por entre los cubículos ennegrecidos por la noche,
bajo las escaleras aun metida en sus pensamientos y de repente se choco contra
la puerta cerrada de la entrada principal. Asustada observo su reloj para ver
que eran las 11:17 de la noche y el portero ya se había ido para su casa, a descansar,
cosa que claramente ella no lograría hacer esa noche. Dio varias patadas en el
vidrio de seguridad hasta recordó la cara que pondría Don Elías si recibía un
llamado de la empresa de seguridad informándole que se había activado la alarma
a media noche. Se lo imaginó con pijama y
pantuflas de rayas despidiéndola delante de los policías que la
sostendrían esposada y decidió que mejor no intentaría salir.
Subió con lagrimas en los ojos de
nuevo a su oficina, agarro algunos abrigos que habrían de estrenarse en la
fiesta de lanzamiento y se los puso, muerta del susto como nunca por cada cosa
que crujía bajo el frio de la noche incluso alcanzo a divisar un par de
fantasmas que nunca supo si fueron realidad o mentira. Logro dormir un poco más
de una hora lamentándose de su pobre situación. Al día siguiente se lavo un
poco en el baño y trato de cambiar el aspecto de su ropa para que nadie supiera
lo que le había pasado.
Lo que Elsa no sabía es que hoy
era su día de suerte. Porque mi compañía estaba encargada de arreglar el evento
de lanzamiento que se venía planeando hacía más de cuatro meses, su planeador
de eventos en un destello de inteligencia nos había contratado y habíamos
pactado una cita una semana antes con su jefe, Doña Elsa, para confirmar los
últimos detalles y recibir el pago final.
Como hacía casi un mes que no sabía nada de ellos y ya estaba todo listo,
me dirigí a la fábrica para cumplir con la cita.
Al llegar, en la recepción me
recibió una masa confusa de personas con currículos en la mano. Me acerque a la
secretaria y le comenté que tenía una cita a las 8 am con Doña Elsa, nunca la había
visto y tenía muchas expectativas. Esperé largo rato hasta que se cumplió una
hora y media, la espera fue bastante incómoda, oí los chillidos groseros que
Elsa le prodigaba a todos los que entraban a su oficina. Me disponía a irme
cuando llamó a su recepcionista quien le respondió que solo quedaba una sola
persona en la sala: yo.
Subí las escaleras hasta su
oficina con decisión, esperaba que le gustara lo que habíamos preparado para el
lanzamiento de la colección, mientras subía saque una carpeta de mi cartera
donde tenía varias imágenes para mostrarle. Al entrar en su oficina me recibió
con una mirada huraña, no se levanto para darme la mano y tampoco recibió la mía.
Ignorando todo esto abrí la boca para darle los buenos días cuando ella
intervino preguntándome por mi currículo. Confundida respondí que no lo había traído
– pero traje la propuesta- interpelé. –Cual propuesta? A mí lo que me interesa
es que la gente que venga a mi oficina llegue bien preparada para las
entrevistas, con su currículo en la mano, mínimo que use tacones y venga bien
maquillada, de otra forma no sé cómo pretende que la contrate como planeadora
de eventos-
Me quede muy confundida mirándola
a los ojos. De repente me di cuenta de su error y trate de explicar pero ella
no se callaba, insultando cada centímetro de mi hasta que llego a las cejas y
al cabello, al final descaradamente y para ocultar su propio olor de persona
que no se ha cambiado de ropa desde ayer, me sugirió usar algún tipo de perfume.
Para ese momento y mientras ella
lanzaba su discurso yo había descifrado lo que había pasado con el asistente de
eventos. Agarré mi carpeta, me despedí cordialmente y la deje allí.
Supongo que hoy todavía está
enterrada bajo su pila de amargura.
Wow, me enganchaste de principio a fin, y me sorprendiste también. Todo el relato le va genial a la foto!!
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