lunes, 16 de julio de 2012

UNA PILA DE AMARGURA


Foto: Fabiana Gauto (Gracias!)
Enviada por: Javier García
Texto por: Victoria Pinto 
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Elsa se arremangó las mangas de la camisa y pego un largo bufido de cansancio. Los papeles sobre su escritorio se amontonaban cada día más sin que ella se atreviera a mirarlos, simplemente los dejaba ahí, sin hacer nada al respecto. Cuando su jefe le pedía cuentas sobre el avance de aquellos proyectos ella le explicaba que no había tiempo y que tenía mucho trabajo,  los iría despejando uno por uno cada vez que tuviera un segundo libre. Y si era verdad que cada vez que estaba en su oficina atinaba a agarrar uno de los folders de la pila y lo leía sin saber qué hacer. Cada carpeta contenía un pedido para su departamento que ella debía responder y llevar a cabo a la mayor brevedad posible. Un día la pila se hizo tan alta que Elsa se quedo bloqueada y desde hacia dos semanas que solo se sentaba a observar directamente el montón de papeles preguntándose por donde podría empezar.
El resto del día asistía a reuniones y realizaba actividades urgentes, que no daban espera y que daban la ilusión de que siempre estaba demasiado ocupada. Aun así Don Elias, el dueño de la empresa, confiaba profundamente en ella y le exigía cada día más.
Había sido un desafortunado día más en la vida de Elsa cuando su coordinador  de eventos renuncio, justo 3 semanas antes del lanzamiento de la nueva colección de invierno; Elsa trabajaba en una empresa de ropa formal masculina y este era quizás el evento más importante del año en su ámbito. El pobre hombre de 25 años no había aguantado más luego de que Elsa lo había enviado a pagar las cuentas de sus servicios públicos a las 12 del medio día. Había soportado dos horas y un poco más esperando en la fila del banco, hacia sol y no había almorzado, solo para que cerraran porque el camión de valores había llegado justo en ese momento a recoger el dinero del cajero automático. Cuando abrieron de nuevo a eso de las 2:45 solo quedaban siete personas fuera del banco;  estando casi adentro el vigilante había gritado -son las 3!- y había cerrado la puerta justo al frente del joven aterrorizado por la idea de llegar sin los recibos pagados. Infructuosamente rogo al vigilante que le dejara pasar, le explico una y otra vez que había hecho la fila durante dos horas, incluso trato de reclutar a otras personas que estaban en la fila para que protestaran con el y los dejaran pasar pero el mundo ya no es el mismo de antes y las personas simplemente se dispersaron. Al llegar a la empresa con los servicios sin pagar Elsa se había enfurecido, con una voz fastidiosa y condescendiente le había recordado a su subalterno todos sus defectos y las razones por las cuales era un incapaz, luego recordó que aquella noche ella tenía que trabajar hasta las 10 de la noche, realmente estaba molesta por esto y sentencio: -te quedarás aquí conmigo hoy hasta que organices la ubicación de todas las personas que asistirán al evento-
El joven respondió rogando por segunda vez en el día, explicó que esa noche debía acompañar a su esposa embarazada a un curso psicoprofiláctico. Elsa levanto una ceja, su famoso gesto de intransigencia, dio un paso hacia atrás y se alejo hacia su oficina. El joven planeador de eventos se quedo helado, más luego se lleno de una furia tal que fue hasta su pequeño escritorio situado en un rincón sin luz en los sinfines del segundo piso, borró los discos duros, no dejo ni rastro de la información que contenía su computadora,  trituro todos los papeles, redacto su carta de renuncia irrevocable, la dejó bajo el pisapapeles que había regalado la empresa  en navidad el año pasado, empaco sus pertenencias en una caja (eran pocas, a Elsa no le gustaba que nadie trajea sus cosas personales a la oficina), se robó la perforadora de papeles y se marchó.
A Don Elías francamente no le importaba si había o no planeador de eventos, Elsa tendría que responder. De inmediato Doña Lucrecia, la encargada de recursos humanos hizo poner un aviso en el periódico donde solicitaban planeador de eventos con experiencia y sobre todo con alta tolerancia a la presión. Los días siguientes hubo pasarela de casi-adolescentes y desempleados mediocres en la recepción del edificio, Elsa los despachaba uno tras otro con una pericia malvada
-2 años de experiencia? Porque me hacen perder el tiempo?-
- ha planeado múltiples eventos, entre ellos los 15 años de su hermanita…. En serio?-
- responsable por eventos de gran envergadura en su pueblo natal? Y soltaba una carcajada irónica-
Así uno tras otro se fueron, algunos incluso lloraron, ninguno servía  para lo que necesitaba Elsa: alguien que planeara un evento en 3 semanas, las invitaciones ya estaban en el correo, no había vuelta atrás.
Faltando una semana para el esperado evento Elsa tuvo que quedarse hasta muy tarde en su escritorio, la cantidad de problemas por resolver la apabullaba y por un momento se recostó en una silla mecedora que usaba en casos de estrés extremo, se dio cuenta de que la despedirían si el evento no salía como tenía que salir. Hacía falta llamar a los medios y sobornarlos un poco para que aparecieran por allí, contratar los músicos, contratar el servicio de banquetes, contratar los modelos, en fin… tendría que empezar de cero, estaba desesperada y entrando en un ataque de pánico, aun así nunca se le ocurrió que toda su racha de mala suerte era enteramente su culpa.
Decidió contratar alguno de los infelices que se le presentara al día siguiente, no importaba quien, alguien a quien darle ordenes y a quien responsabilizar. Pensó de paso que además de la planeación de eventos pondría entre las responsabilidades del recién contratado responder por todos los papeles que se apilaban en su escritorio. Así, contenta de haber encontrado una solución se levanto de la mecedora, se puso los zapatos y se dispuso a salir, camino por entre los cubículos ennegrecidos por la noche, bajo las escaleras aun metida en sus pensamientos y de repente se choco contra la puerta cerrada de la entrada principal. Asustada observo su reloj para ver que eran las 11:17 de la noche y el portero ya se había ido para su casa, a descansar, cosa que claramente ella no lograría hacer esa noche. Dio varias patadas en el vidrio de seguridad hasta recordó la cara que pondría Don Elías si recibía un llamado de la empresa de seguridad informándole que se había activado la alarma a media noche. Se lo imaginó con pijama y  pantuflas de rayas despidiéndola delante de los policías que la sostendrían esposada y decidió que mejor no intentaría salir.
Subió con lagrimas en los ojos de nuevo a su oficina, agarro algunos abrigos que habrían de estrenarse en la fiesta de lanzamiento y se los puso, muerta del susto como nunca por cada cosa que crujía bajo el frio de la noche incluso alcanzo a divisar un par de fantasmas que nunca supo si fueron realidad o mentira. Logro dormir un poco más de una hora lamentándose de su pobre situación. Al día siguiente se lavo un poco en el baño y trato de cambiar el aspecto de su ropa para que nadie supiera lo que le había pasado.
Lo que Elsa no sabía es que hoy era su día de suerte. Porque mi compañía estaba encargada de arreglar el evento de lanzamiento que se venía planeando hacía más de cuatro meses, su planeador de eventos en un destello de inteligencia nos había contratado y habíamos pactado una cita una semana antes con su jefe, Doña Elsa, para confirmar los últimos detalles y recibir el pago final.  Como hacía casi un mes que no sabía nada de ellos y ya estaba todo listo, me dirigí a la fábrica para cumplir con la cita.
Al llegar, en la recepción me recibió una masa confusa de personas con currículos en la mano. Me acerque a la secretaria y le comenté que tenía una cita a las 8 am con Doña Elsa, nunca la había visto y tenía muchas expectativas. Esperé largo rato hasta que se cumplió una hora y media, la espera fue bastante incómoda, oí los chillidos groseros que Elsa le prodigaba a todos los que entraban a su oficina. Me disponía a irme cuando llamó a su recepcionista quien le respondió que solo quedaba una sola persona en la sala: yo.
Subí las escaleras hasta su oficina con decisión, esperaba que le gustara lo que habíamos preparado para el lanzamiento de la colección, mientras subía saque una carpeta de mi cartera donde tenía varias imágenes para mostrarle. Al entrar en su oficina me recibió con una mirada huraña, no se levanto para darme la mano y tampoco recibió la mía. Ignorando todo esto abrí la boca para darle los buenos días cuando ella intervino preguntándome por mi currículo. Confundida respondí que no lo había traído – pero traje la propuesta- interpelé. –Cual propuesta? A mí lo que me interesa es que la gente que venga a mi oficina llegue bien preparada para las entrevistas, con su currículo en la mano, mínimo que use tacones y venga bien maquillada, de otra forma no sé cómo pretende que la contrate como planeadora de eventos-
Me quede muy confundida mirándola a los ojos. De repente me di cuenta de su error y trate de explicar pero ella no se callaba, insultando cada centímetro de mi hasta que llego a las cejas y al cabello, al final descaradamente y para ocultar su propio olor de persona que no se ha cambiado de ropa desde ayer,  me sugirió usar algún tipo de perfume.
Para ese momento y mientras ella lanzaba su discurso yo había descifrado lo que había pasado con el asistente de eventos. Agarré mi carpeta, me despedí cordialmente y la deje allí.
Supongo que hoy todavía está enterrada bajo su pila de amargura.


1 comentario:

  1. Wow, me enganchaste de principio a fin, y me sorprendiste también. Todo el relato le va genial a la foto!!

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