martes, 31 de julio de 2012

VUELTA DE NORIA

Foto: "CANDY" de Françoise Rachez
Enviada por: Victoria Pinto

Triste era ver la página tan inmaculada; ni una sola palabra, ni un punto ni una coma.
Eso sí era triste para Jean, ya que en esta ocasión, el editor le había brindado un buen margen de tiempo. Quizá ese montón de tiempo fue la principal causa de la continuada procrastinación a la que se había abandonado.
Si la amenazante página en blanco tuviera tantas frases como filtros chafados tenía en el cenicero, seguramente ya tendría su historia terminada. A su favor podía alegar las tareas diarias que por sorpresa aparecían, ya fuera por necesidad o por imposición ineludible de la gente que le rodeaba. Siempre había alguien que necesitaba de él que hiciera algo en su lugar. Pero era lo suficientemente mayor para saber que ésa no era precisamente la razón fundamental.

La página en blanco comenzaba a tener vida propia... Incluso el silencioso zumbido de su computadora parecía ser interrumpido por los incipientes latidos del monstruo blanco. Ya no lo soportaba más. De golpe, cerró la tapa del portátil y dejó caer los hombros reconociendo la derrota.
(Suspiro)

Se calzó unas deportivas y salió de casa encendiendo un cigarro. Bajando por las escaleras se cruzó con un par de vecinos que le brindaron algún gruñido de disgusto por su fea costumbre de fumar en zonas comunitarias. Por lo general, él mostraba indiferencia hacia sus vecinos, aunque en su interior se lamentaba por la mala relación que mantenía con ellos... Se sentía como el bicho raro del portal, el único que no conocía los detalles de sus vidas y que herméticamente ocultaba los suyos de ellos. Mentalmente lo anotó en su lista de “mecanismos de defensa a eliminar”.

Comenzó a caminar sin rumbo por la calle, enfrascado en una ristra de pensamientos que poco a poco le iban descubriendo su realidad. De calle en calle, Jean iba realizando un ordenado esquema mental de su situación. Quería obtener una visión global que le descubriera qué estaba haciendo mal y cómo podía cambiarlo. Se dedicó a englobar, encuadrar y unir con líneas todos los aspectos de su persona que de alguna manera u otra mejoraban o hundían su estilo de vida
Cuarenta y cinco minutos después, se detuvo bruscamente. Había recorrido la ciudad de punta a punta y se dio cuenta de que había caminado por calles llenas de gente con ropa colorida, calles adornadas con banderolas e impregnadas de olores dulces... Se había detenido frente a la entrada de la feria. En su ciudad se celebraban las fiestas patronales, aunque él, sumido en su modo de vida ermitaño, no se había percatado de ello. Sin pensarlo demasiado, se zambulló en el ruidoso río de gente, globos, olores y músicas que discurría por las avenidas de la feria, con la intención de que sus pensamientos siguieran aflorando libremente.

No estaba acostumbrado a las aglomeraciones, por lo que en unos minutos comenzó a sentirse agobiado y mareado. La música le parecía atronadora y descompasada, los olores penetraban con violencia en su nariz, la gente le empujaba y chocaba con él como si no lo vieran llegar. En el preciso instante en que el esquema final de su realidad apareció diáfano en su mente, se detuvo con brusquedad. Tenía en la nuca esa extraña sensación que se produce cuando crees que alguien te está mirando fijamente. Giró sobre sus talones y lo vio. A dos metros, inmóvil, un chico le observaba. Estaba de pie en mitad de la avenida. Era desgarbado, un poco ojeroso y vestía con gracia ropa vieja. No era realmente guapo, pero algo en su pose y su actitud provocaba cierta atracción. Su mirada le había atrapado y, curiosamente, nadie atravesaba la línea que se había formado entre ellos. El chico esbozó una media sonrisa y comenzó a caminar hacia su izquierda.
Jean alzó la vista y vio la noria. El chico se dirigía hacia allí, así que se apresuró para no perder su pista. Al girar la esquina de una caseta, volvió a encontrarlo. Estaba sentado solo en la cesta de la noria. La pequeña portezuela abierta sabía claramente a invitación. El chico simplemente miraba hacia otro lado con el mentón apoyado sobre una mano. En contra de su lógica y su miedo a las alturas, Jean se introdujo en la cesta y se sentó frente al extraño. Como si nada hubiese ocurrido, éste se inclinó y cerró la portezuela, volviendo a su pose contemplativa.
Un feo chirrido anunció que la maquinaria de la noria había empezado a girar. La cesta se agitó con fuerza y Jean se aferró tan fuerte como pudo. Las alturas siempre le habían asustado. A medida que la cesta iba tomando altura, Jean sentía cómo su caja torácica iba menguando y cómo sus piernas pesaban más.
–Tienes los nudillos blancos, Jean...–dijo de repente el extraño–Es más, tienes tanto miedo que ni siquiera te sorprendes de que sepa tu nombre, ¿cierto?–y soltó una carcajada.

En medio de su ansiedad, Jean notó que el extraño no había movido sus labios ni un milímetro. Y peor aún, creía haber reconocido su propia voz en sus palabras.
Estaba anocheciendo. La cesta ascendía meciéndose suavemente. Con la altura, los olores se iban desvaneciendo, las luces se iban debilitando y la música sonaba amortiguada. En la cesta, las sombras se iban acoplando a las suaves luces de colores de la noria.

–No es necesario que hables, sólo escúchame–continuó el chico.
«Mi nombre es Jean, como el tuyo. Si te dijera mis apellidos, comprobarías que también coinciden con los tuyos. Y así podríamos seguir con cualquier dato que te diera, Jean. Yo también tengo miedo a las alturas, aunque es algo que estoy superando.»

Jean escuchaba con los ojos como platos.

«¿Qué tal te ha ido con ese esquema mental? Creo que en el momento en que te diste cuenta de mi presencia, habías llegado al final de tus pensamientos. ¡Qué casualidad, ¿eh?! Ya habías localizado esos aspectos de tu vida que te están lastrando, y sé que en ese momento te estabas haciendo una pregunta. ¿Cuál era, Jean? ¿La recuerdas?»

–“¿Quién sería yo si me deshiciera de esas cosas?”–dijo Jean en voz alta. En ese preciso instante, la cesta se detuvo bruscamente. Se encontraban en lo más alto de la noria. La brisa era fresca, y la visión del atardecer anaranjado en el horizonte se le hacía reconfortante a pesar del miedo.

YO soy la respuesta, Jean–dijo inclinándose y acercando su cara a la del mediocre escritor. Jean no fue capaz de articular una palabra cuando comprobó que realmente se encontraba ante una versión desconocida de sí mismo.–Sólo quiero que des el primer paso para cambiar todo eso que pesa dentro de ti. Sabes qué cosas están mal y sólo tienes que deshacerte de ellas. Sabemos cuánta importancia les das y qué diferente sería todo sin ellas. Sólo tienes que dar un paso...
Dicho esto, el nuevo Jean abrió la portezuela de la cesta mostrando el camino con su mano extendida.

La noria terminó de dar una vuelta completa. De la cesta se apeó un solo chico, que bajó sonriendo y hablando al operario de la noria de las preciosas vistas que había desde arriba. Un solo chico que se compró un pedazo de coco en uno de los puestos de la feria, y que se fue a casa saboreándolo mientras pensaba en el artículo que tenía que escribir. Un chico que sólo necesita unos minutos en lo alto de la noria.

8 comentarios:

  1. ya sabes que me ha impactado, como siempre me ha resultado imprevisible todo el relato y eso que soy una destripaargumentos de pro.
    un abrazo

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  2. Además de a nube de algodón rosa, huele a Hitchcock!,
    Nada que envidiarle, por supuesto eh!!
    Mu grande Javi :)
    Y la foto

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  3. oh my god!!! Pero y pa cuando es la publicacion del libro???? que texto!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Javi que lindo!!!! me encanto la historia, que talento! Ver mi foto acompañada de semejante texto, me emociona mucho!
    Un besito a todos los que construyen este blog tan lindo y gracias por tenerme en cuenta!

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  4. Me alegro de que os haya gustado! :D
    No las tenía todas conmigo por lo rato que me había quedado (Vane lo sabe, jajaja! Que tiene que soportar mis autocríticas...)
    Muchas gracias y un besote!

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  5. Me encanto... además te pone a pensar y todo!
    Eso fue lo que te paso? te envié la foto con mucho tiempo? jajaja

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