lunes, 9 de julio de 2012

CUPERI AMICITIA


    Fotografía por: Victoria Pinto
    Texto: Javier García

~~~~õ~~~~

A veces leyes son estrictas y no entienden el funcionamiento del corazón.

Tengo una fotografía mental. Un recuerdo de un instante, de un momento acompañado por una sensación de bienestar. Un sentimiento de orden, de calidez, como cuando las cosas son como deben ser... Una imagen teñida del cálido dorado con que la memoria distingue y clasifica los recuerdos importantes de los triviales o los dolorosos.
En mi fotografía, me encuentro en la caseta del jardín con mi abuelo. Él se está sentado sobre el borde de una silla, observándome de reojo con media sonrisa (la que le caracterizaba) mientras afila y lustra su navaja boletaire. En frente, repantigado sobre las zapatillas de mi abuelo y lanzando sonoros y placenteros ronquidos mientras duerme, se encuentra Cúper, un enorme pero afable braco alemán. Puede sonar ridículo, pero cuando pienso en aquel noble perrazo puedo alcanzar a sentir un levísima punzada de envidia... Creo que no hubo persona humana sobre la tierra que llegara a tener lazos tan fuertes con mi abuelo como los que Cúper estableció con él. ¡Se trataba de una verdadera conexión espiritual!
Frente a mi abuelo, a un par de metros, me encuentro sentado sobre el suelo de cemento, leyendo con dificultad esa enciclopedia micológica que a lo largo de los años él había elaborado con su dudosa caligrafía. A un lado, descansa volcada su cesta para las setas.
Los rayos de luz (dorados en mis recuerdos) entran oblicuos por ventana y puerta, creando luces y sombras, y dejando a la vista el fino polvo que flotaba sobre el ambiente.

Qué fáciles eran entonces las cosas... Todo fluía con sencillez...

Cúper, al igual que yo, amaba a mi abuelo. Lo amaba desde el mismo día en que mi abuelo lo encontró de cachorro en una profunda zona del bosque. Aún no me explico cómo fue a parar allí el perro, aunque a veces dejo que la imaginación gane la partida y pienso que un ente superior puso al can en el camino de mi abuelo. Cúper lo amaba tanto que adoptó la afición de mi abuelo por las setas afinando su olfato para encontrar e identificar aquellas que mi abuelo deseaba.

Mis ideas y mis presentimientos sobre su conexión espiritual se confirmaron el día en que ambos murieron. Mi abuelo cayó por un desnivel en el bosque mientras buscaba setas con Cúper.
Los vecinos que salieron en su busca durante la noche, cuentan que encontraron a mi abuelo en el fondo de un pequeño barranco. Y que Cúper, aunque ileso, yacía inerte arrellanado contra su cuerpo. Simplemente se había dormido junto al cadáver de mi abuelo para dejar de respirar también.

Si las leyes fuesen un asunto cabal, Cúper descansaría en el camposanto junto a mi abuelo. Pero la legislación es en ocasiones un dique que entorpece el curso natural de las cosas. Mi abuela, aun sin estudios, fue muy sabia. En un alarde de lucidez y amor, decidió, con el beneplácito y comprensión del resto de los vecinos, que los enterraría juntos en el patio, bajo el jardín. Y ahí es donde año tras año crece un manto de setas de color cobrizo, desconocidas hasta la fecha...

5 comentarios:

  1. Que belleza de texto Javi! La forma en que relatas hace que uno se sienta en el lugar y tiempo de tu historia.

    Me hiciste llorar!

    Un abrazo mi querido amigo.
    ~A.

    ResponderEliminar
  2. Ay, si yo no quería haceros llorar! Lo siento! jajaja! Mi primera idea sobre el relato era bien distinta, pero una cosa llevó a la otra... y dramón!
    Muchas gracias por visitar el blog y un abrazo bien grande para las dos :)

    ResponderEliminar
  3. Yo no he llorado, pero se me han puesto los pelos como escarpias. Bonita historia, muy emotiva.

    ResponderEliminar
  4. Que ternurita....
    Se me arrugo el corazón. Muy lindo Javi!!

    ResponderEliminar